La fiesta de los toros, ¿es cultura?

lunes, 23 de febrero de 2009

“La tauromaquia es de todas las Bellas Artes la más ortodoxa, pues es la que más prepara el alma para la contemplación de las grandes verdades”.
Miguel de Unamuno.


No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.
Qué gran torero en la plaza,
qué gran serrano en la sierra,
qué blando con las espigas,
qué duro con las espuelas,
qué tierno con el rocío, qué deslumbrante en la feria,
qué tremendo con las últimas
banderillas de tinieblas.

F. García Lorca a su amigo Sánchez Mejías.

Federico García Lorca no se anduvo por las ramas a la hora de opinar sobre la fiesta de los toros, sobre la que dijo: «El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo». El gran poeta granadino era un gran aficionado y la defendió siempre de los ataques de los que la calificaban de bárbara y de inculta. A los anales de la poesía ha pasado su ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’ cuando a éste lo mató el toro ‘Granadino’ en Manzanares el 11 de agosto de 1934.

¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras
¡Que no quiero verla!
...

Ignacio Sánchez Mejías fue un torero intelectual que alcanzó más fama por sus actividades fuera de los ruedos que en ellos. Autor de varias obras teatrales, e incluso presidente del equipo de fútbol del Betis, por sus inquietudes literarias estuvo muy unido a la intelectualidad de la época y su muerte y los versos de García Lorca y también de Alberti le proporcionaron una fama que no se correspondía con sus logros delante del toro, aunque fue un torero valiente.

Rafael Alberti: torero por un día. Su amistad con muchos poetas y artistas dio margen a que Rafael Alberti viera satisfecha una de las ilusiones de su vida: la de ser torero por un día. El genial poeta portuense fue siempre un gran aficionado, pero le faltaba ‘sentirse’ torero y el 14 de julio de 1927 se vistió de luces e hizo el paseíllo en la cuadrilla de Sánchez Mejías en la plaza de Pontevedra. Como es natural, no se puso delante del toro, pero él contaba la experiencia y recordaba que «con cierto encogimiento de ombligo desfilé por el ruedo, entre sones de pasodobles y ecos de clarines». En la obra de Alberti figuran numerosas poesías taurinas. Durante su exilio en América asistió a todas las corridas que pudo y tuvo una gran amistad con Luis Miguel Dominguín al que en Venezuela le escribió:

Vuelvo a los toros por ti,
yo, Rafael.
Por ti, al ruedo
¡Ay con más años que miedo!
Luis Miguel.
¡Oh, gran torero de España!,
¡Que cartel!
que imposible y gran corrida,
la más grande de tu vida,
te propongo, Luis Miguel.
tú, el único matador,
rosa picassiano y oro;
Pablo Ruiz Picasso, el toro,
y yo, el picador.

Rafael Alberti diseñó el último traje de luces que vistió el torero madrileño e incluso pintó el cartel de una corrida que toreó en Belgrado. Y si Alberti fue torero de ocasión, el director teatral Salvador Távora lo fue de verdad y figuraba en la cuadrilla del rejoneador Salvador Guardiola en la trágica tarde en que este murió al ser cogido en el coso taurino de Palma de Mallorca.

Pero la admiración por el arte de torear y la devoción hacia determinados toreros ha sido algo consustancial no sólo en poetas y pintores, sino también en políticos. Cabe recordar la obra pictórica de Goya, un apasionado de la fiesta. Y en cuanto a políticos se cuenta que a finales del siglo pasado, en el transcurso de una recepción en el Palacio Real, Cánovas del Castillo recibía a los invitados con un saludo protocolario, hasta que llegó Rafael Guerra ‘Guerrita’, al que abrazó con efusividad y al que dedicó palabras encomiásticas. Al día siguiente, fueron a transmitirle las quejas del obispo de Madrid-Alcalá que consideraba inadecuado el recibimiento a un torero y el excepcional político malagueño le dijo: «Yo, de un plumazo, puedo hacer un obispo, ¡pero a ver quién es capaz de hacer otro ‘Guerrita’!».

Admiración por Belmonte. Juan Belmonte fue otro torero que alternó, casi desde sus comienzos, con la intelectualidad y de ello deja constancia el hecho de que en 1913, cuando todavía era novillero, la peña ‘Los 20’ le organizó un homenaje y en la convocatoria se decía: «Los apotegmas de nuestros políticos nos merecen poco crédito. Consideramos la tauromaquia más noble y deleitable, aunque no menos trágica, que la logomaquia –esto es, la política española– y a Juan Belmonte más digno del aura popular y el lauro de los selectos que a la mayor parte de los diestros con alternativa en el Parlamento». Y tomen nota de algunos de los firmantes: Valle Inclán, Pérez de Ayala, Romero de Torres, Sebastián Miranda...

Numerosas frases perpetúan, asimismo, la admiración por el arte de torear. Manuel Machado dijo en cierta ocasión que «antes que poeta, hubiera preferido ser un buen banderillero», Ortega y Gasset confesaba que «hubiera cambiado mi fama por la gloria que solo es dable a los matadores de toros». A Pérez de Ayala le hablaron de la crueldad de la fiesta y dijo aquello de «lleva usted razón, si yo fuera presidente del gobierno suprimiría las corridas de toros, pero como afortunadamente no lo soy, pues no me pierdo ni una».

Y cuando a Gerardo Diego le preguntaron que como era posible que en Santander hubiera presenciado una corrida por la mañana, otra por la tarde y una tercera por la noche, se limitó a decir: «todos los días deberían ser así».

Cátedra del Ateneo.
El Maestro Fray Domingo
va a hacer un sutil distingo
al definir su toreo:
Cambia la aguja al correo,
para, carga, templa y manda,
y si el tren te duda y anda,
aguanta, quieto y torero
(el fraile fue cocinero)
y échatelo a la otra banda.

Gerardo Diego, "Cargar la suerte"

El único que se salió un poco de tono fue el Nobel Jacinto Benavente al que le preguntaron si le gustaban los toros y respondió que «si he de ser sincero, me gustan bastante más los toreros». Don Jacinto nunca se escondió en ese armario del que dicen que salen ahora los homosexuales.

Picasso y Hemingway. Pablo Ruiz Picasso confesó en más de una ocasión que lo que más echaba en falta en su exilio francés eran las corridas de toros, aunque curaba su nostalgia asistiendo a todas las que se celebraban en Nimes, Arles y otras plazas del sur de Francia. La pinacoteca taurina del genio malagueño es abundante y entabló una gran amistad con Luis Miguel Dominguín, al que bautizó a su hija Paola. Pero lo que muchos quizá no sepan es que Picasso en 1935 sufrió una crisis y buscó refugio espiritual en la poesía, para lo que, naturalmente, se inspiró en lo taurino. y entre su obra hay que reseñar ‘Lengua de fuego abanica...’, ‘La corrida’ y ‘Recogiendo limosnas’ en la que en la que escribe:

Recogiendo limosnas en su plato de oro
vestido de jardín,
aquí está ya el torero,
sangrando su alegría entre los pliegues de la capa
y recortando estrellas con tijeras de rosas,
sacudiendo su cuerpo la arena del reloj,
en el cuadro que descarga en la plaza el arco iris
que abanica la tarde del parto.
sin dolor nace el toro,
que es el alfiletero de los gritos
que silban la rapidez de la carretera.

Y de todos es conocida la pasión de Ernest Hemingway por los toros y su amistad con el Niño de la Palma, en el que se inspiró para escribir en 1932 ‘Muerte en la tarde’, aunque ya en 1927 se había ocupado del tema taurino en ‘Tarde de toros’ y posteriormente en ‘Verano sangriento’ en el que contaba la competencia entre Luis Miguel y Antonio Ordóñez, que heredó la admiración que el Nobel norteamericano sintió por su padre. También en el extranjero ha calado siempre profundamente la fiesta de los toros y así Henri de Montherlant, miembro de la Academia Francesa dedicó parte de su obra a ella. Incluso toreó vestido de luces en varias plazas francesas, en Albacete y en Burgos.

Un prodigioso mágico sentido,
un recordar callado en el oído
y un sentir que en mis ojos sin voz veo.
Una sonora soledad lejana,
fuente sin fin de la que insomne mana
la música callada del toreo.
Querida cuadrilla, pleguemos los capotes, despidámonos del público,
y salgamos de esta plaza sin hacer ruido.

José Bergamín,"La música callada del toreo".

Recopilar toda la literatura taurina es tarea imposible, pero queremos dejar constancia de que a ella dedicaron parte de su obra José Bergamín (La música callada del toreo), Vicente Aleixandre (Toro, La cogida, Corrida en el pueblo, Misterio de la muerte del toro), Dámaso Alonso (Torrente de la sangre), José María Pemán (Torero vistiéndose), Jorge Luis Borges (De la diversa Andalucía), Miguel Ángel Asturias (Toro-Tumbo), Pablo Neruda (Llegada a Puerto Picasso), Rafael Duyos (El toro cinqueño), Manuel Altolaguirre (Era un dolor y Joselillo), José Antonio Muñoz Rojas (Elegía a Manolete), Gustavo Adolfo Bécquer (La corrida en Argón), Juan Ramón Jiménez (Auroras de Moguer), Alfonso Canales (Oda a Antonio Ordóñez, El toro Lázaro), Fernando Villalón, Felipe Sasone, Jean Cocteau, Nicolai Aseiev, José Carlos de Luna y Jorge Guillén que escribió:

Mi corazón, cuyo peligro adoro,
No es una mera frase cortesana:
el hombre entero afronta siempre al toro
con peligro mortal. Así se afana.

La fiesta de los toros, ¿es cultura? El poeta Federico García Lorca lo dejó bien claro.




Adaptado de www.ganaderosdelidia.com

2 comentarios:

Antonio Andújar Tomás dijo...

Coño, cómo te lo has currado. Se lo voy a mandar a mi primo "El Poe", conocido teórico de la taurología.

Francisco M. dijo...

Bueno, no quiero atribuirme el mérito pues la información está disponible en la web. Es cuestión de mirar las páginas taurófilas, y he descubierto algunas a las que se les pueden dar muchos pases, nunca mejor dicho. ¡Olé!