ENERGÍA NUCLEAR: FALSAS ESPERANZAS

jueves, 25 de junio de 2009

Durante 300 años, el mundo industrializado ha estado quemando combustibles fósiles. El carbón, el petróleo y el gas son los restos enterrados de antiguos ecosistemas depositados millones de años atrás por la propia naturaleza. Por otra parte, la temperatura de la tierra está delicadamente regulada por gases que se encuentran en la atmósfera. En el año 1000 el dióxido de carbono estaba presente en la atmósfera en una proporción de 270 partes por millón. A comienzos del siglo XIX la combustión de fuentes de energía fósil por parte de la humanidad comenzó a dejar huella en la atmósfera. Sociedades cada vez más industrializadas emitían rápidamente más dióxido de carbono del que los ecosistemas podían absorber. A la ciencia le llevó otros 150 años reconocer las consecuencias de dicho proceso. Pero al cabo de décadas de debate y negación de la realidad, la imagen se dibuja ahora con claridad: Nosotros, en los países industrializados, estamos cambiando el clima.
Actualmente nos encontramos con la polémica de quienes parecen mostrarse partidarios de construir nuevas centrales nucleares en nuestro país, actitud que choca con los intereses y la actitud de la mayoría de los ciudadanos en España. Las energías alternativas renovables como la eólica y la solar proporcionan muchos nuevos puestos de trabajo, pero no así la nuclear, en la cual se emplea a muy poco personal para el funcionamiento y mantenimiento de una central. Pero la consideración sobre los tipos de energía no se sustenta solamente en los puestos de trabajo que pueda proporcionar, sino que existe otra serie de serias consideraciones a tener en cuenta.
Uno de los mayores problemas que presenta la producción de energía por medio de centrales nucleares, posiblemente el mayor y el más escondido, son los residuos que producen. Se necesitan decenas de miles de años de aislamiento sin que por ello se reduzca su capacidad de contaminación y peligro para el ser humano y el resto de los seres vivientes. Después de 60 años de intentos, todavía no se vislumbra ninguna solución técnica para el problema.
Tampoco se nos suele decir, por parte de los pro-nucleares, que en la minería del uranio se destrozan, se machacan 660 toneladas de roca para lograr una tonelada de óxido de uranio. Si tenemos en cuenta que una central nuclear convencional precisa de 200 toneladas de uranio al año para abastecerse, podemos imaginar la inmensa cantidad de roca que se destroza, es decir, 130.000 toneladas de desperdicio natural. Paradójicamente, quienes postulan por el uso de la energía nuclear para evitar la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, no saben o no quieren tener en cuenta la ingente flota de camiones y máquinas pesadas que a diario trabajan y transportan ese tipo de minería hasta las plantas de refinamiento del uranio, consumiendo combustibles derivados del petróleo que continúan emitiendo CO2 al espacio. Y en cuanto al problema del agua dulce, cada vez más acuciante, se sabe que una mina de uranio como la de Olympic Dam en Australia consume la enorme cantidad de 33 millones de litros de agua al día. Como vemos, la falacia de que la energía nuclear es una energía limpia, sólo puede convencer a quien fácilmente se deja convencer de cualquier cosa.
Uno de los productos del reprocesamiento del uranio utilizado para hacer funcionar las centrales nucleares es la extracción del plutonio a partir de aquel combustible gastado. Hay almacenadas más de 270 toneladas de plutonio en depósitos civiles alrededor del mundo, y sólo hacen falta 4 Kg de este material para fabricar una bomba atómica capaz de destruir toda una ciudad. Además, hoy tenemos noticia de que en los últimos tiempos se han detectado 650 casos de contrabando de materiales nucleares y radiactivos.
En 1979, en la central nuclear de Harrisburg, en los Estados Unidos, la unidad 2 sufrió una fusión parcial del núcleo, con la consiguiente movilización y alarma de la población circundante. Desde entonces no se han encargado o construido nuevas centrales nucleares en los Estados Unidos.
En abril de 1986 se produjo una gran explosión en la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania. Miles de soldados y trabajadores recibieron dosis masivas de radiación en el intento de contener el desastre. No se sabe exactamente el número de muertes que provocó el accidente, pero 350.000 personas fueron evacuadas de las zonas aledañas y jamás pudieron regresar, y más de cinco millones de personas viven aún en zonas contaminadas. Las consecuencias inmediatas fueron un enorme incremento en las tasas de cáncer y de mortalidad infantil en las zonas afectadas.
La industria nuclear ha intentado presentar el accidente de Chernóbil como un raro caso único. Pero en agosto de 2006 en Suecia, los operadores de la central nuclear de Forsmark se vieron enfrentados durante media hora a otro caso de fusión del núcleo. Asimismo ha habido otros casos similares en India, Alemania y Estados Unidos.
A pesar de este historial extraordinario sigue habiendo algunas personas que sugieren que la energía nuclear tiene un importante papel que jugar en el urgente abandono de los combustibles fósiles.
Hay mucha gente buscando respuestas a la crisis climática. Afortunadamente, estas respuestas están a nuestro alrededor. Hay una variedad de tecnologías de energías renovables que está despegando. Fuentes de energía intermitentes como la solar y la eólica, se combinan con otras renovables como la geotérmica, la biomasa, la minihidráulica y la cogeneración.
Muchas naciones están desarrollando ambiciosos proyectos en energías renovables. China ha establecido el 15% para el 2020, y California ha adoptado un 20% para el 2017. Otros países incluso apuntan más alto.
Hacer un uso más eficiente de la energía significa que acabemos usando menos, y es mucho más barato ahorrar energía que producirla. Nos plantean un falso dilema cuando se nos pide elegir entre el cambio climático y un futuro nuclear, pero lo cierto es que no hay barreras tecnológicas para un mundo movido por energías limpias. Las barreras son únicamente políticas.
Adolfo Rebolledo Gaudes

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